por Jorge Raventos
Casi con un pie en el avión para trasladarse a Roma y encontrarse con el Papa, Mauricio Macri todavía no sabe si conseguirá detener el paro que la CGT mantiene in pectore. Algunos de sus ministros anticiparon que habría una respuesta favorable para los pedidos más acuciantes del gremialismo (un suplemento salarial de fin de año para activos y pasivos y la cancelación del impuesto a las ganancias al medio aguinaldo de diciembre).
Pero otros ministros pusieron un freno: ni la eliminación del gravamen alcanzaría a todos los asalariados ni habría bono para todos (menos que menos para los estatales).
El bono y el paro
La Casa Rosada intentó que los gobernadores ayudaran al estado central: las provincias no están en condiciones de pagar aumentos, alegaron. Los gobernadores jugaron al oficio mudo. Una forma, si se quiere, de quedar bien con el gobierno nacional sin importunar a los compañeros de la CGT.
Pero con o sin respaldo de los gobernadores peronistas, el sector más duro de la CGT (encarnado por el camionero Pablo Moyano y el bancario radical Sergio Palazzo) insiste en concretar la medida de fuerza que ya aprobó el Comité Confederal si la respuesta del gobierno no es rápida ni digna. ¿Cuál sería el bono de la dignidad?
Empleados de Comercio consiguió un bono de 2.000 pesos y muchos sueñan con ese número. El gobierno dice que, excluido el sector público, el tema del bono es cuestión de los privados y que cada actividad (y los sindicatos que se vinculan a ella) sabrá cuál es el tope que puede asimilar.
Teoría de género
El Presidente desea llegar a Roma con buenas noticias (la oferta oficial fue aceptada, no habrá paro, está en marcha el diálogo productivo que Francisco prefiere concebir como diálogo social). Aunque probablemente lo que tenga para mostrar no sea un cuadro tan completo, este encuentro con el Pontífice apunta a ser más amable y prolongado que el anterior. Esta vez tanto Roma como Buenos Aires han trabajado fuerte con esa intención.
El Presidente anhela llegar a las elecciones del año próximo sin tensiones con el influyente argentino que habita en El Vaticano. Para eso debe atender a varias claves: una, mantener prioritaria atención sobre los trabajadores y los sectores más necesitados; dos, bajar el volumen de las declaraciones (y, en lo posible, de la influencia ideológica) de Jaime Durán Barba, gurú del Pro; prestar atención a cuestiones que la Iglesia caracteriza como particularmente peligrosas y agresivas, como la llamada “teoría de género”, observada como ariete de las políticas que alientan la disolución de la familia y de la concepción del matrimonio como unión de varón y mujer.
Francisco acaba hacer un señalamiento fuerte en este sentido referido a Francia pero que debería leerse con un alcance universal y particularmente dirigido a las naciones de raigrambre cristiana. Dato a tomar en cuenta: este tema (la teoría de género) fue uno de los puntos del acuerdo entre la guerrilla de FARC y el gobierno colombiano objetados por la militancia católica y evangélica y una de las claves del triunfo del No en esa consulta.
Pero este tema nos lleva a la política exterior..
Y lo peor de todo, sin necesidad
Tal vez ahora, después de que la canciller Susana Malcorra lamentablemente quedó eliminada de la competencia por la secretaría general de la ONU, el gobierno consiga afinar la puntería en sus intervenciones internacionales.
Curiosamente, el escenario mundial es el que más gratificaciones le ha otorgado al Presidente y, en términos generales, ha sido allí donde con más claridad ha expuesto una orientación: reinserción internacional, integración económica y activismo político y comercial, reenfoque del Mercosur y apertura hacia el Acuerdo del Pacífico, recuperación de las negociaciones con el Reino Unido por los diferendos en el Atlántico Sur.
Sin embargo, aunque el rumbo sea inequívoco y pertinente, el manejo muchas veces resulta torpe, negligente o precipitado y determina rozamientos laterales. Fue el caso de la inapropiada revelación del Presidente sobre sus diálogos de pasillo con la premier británica Theresa May. Debió soportar una rectificación de Malcorra y una (elegante) desmentida del Foreign Office. Y lo peor de todo, sin necesidad, como diría Carriego.
A la lista habría que incorporar sobreactuaciones a las que Macri ha sido inducido, sea por inclinación de algunos de sus consejeros por el pensamiento políticamente correcto, sea por el culto encuestológico consagrado en la Casa Rosada.
¿Era preciso acaso que tomara partido en la elección presidencial de los Estados Unidos? Más allá de que la administración demócrata de Barack Obama haya tenido gestos de gran cordialidad hacia el gobierno argentino, lo cierto es que el país deberá convivir y cooperar con el Presidente que los estadounidenses elijan dentro de un mes, trátese de la demócrata Hillary Clinton o del outsider republicano Donald Trump.
La gran prensa enfrenta ácidamente la postulación de Trump y sus encuestas aseguran que no puede ganar. También aseveraban meses atrás que jamás llegaría a imponerse como candidato del Partido Republicano. Los gurúes muchas veces se equivocan. Como advertía el físico danés Niels Bohr, “hacer predicciones es muy difícil, sobre todo si trata del futuro”.
Ni sí ni no: todo lo contrario
El plebiscito colombiano del último domingo es otra muestra reciente de malos vaticinios. Competían dos criterios sobre el formato que debía adoptar la pacificación del país: uno que aprobaba los términos del acuerdo suscripto por el gobierno colombiano y una de las fracciones guerrilleras que han actuado durante medio siglo en ese país; otro, que rechazaba muchas cláusulas de ese convenio, pero no la idea de la pacificación. Que la propaganda hegemónica vendiera esa puja como alternativa “Paz Sí versus Paz No” no implica que hubiera que comprar esa interpretación.
La parcialidad de esa mirada queda aún más de manifiesto cuando los que presagiaron una victoria del Sí se refugia ahora en el cálculo de la ínfima diferencia entre esa postura y la que impulsó la boleta del No: menos de un punto. Suman arbitrariamente la enorme abstención (votó menos del 40 por ciento de los inscriptos) y procuran devaluar con esa aritmética sesgada el resultado del referendo. ¿Hubieran hecho lo mismo si el resultado hubiera una leve diferencia a favor del Sí?
El ejemplo sirve para medir la fuerte influencia que existió y subsiste y también la dificultad que tienen estadígrafos y pronosticadores para digerir sus cada vez más frecuentes y resonantes fracasos. El Nobel de la Paz otorgado al presidente Santos por el Parlamento noruego (ese país fue uno de los auspiciantes del acuerdo con la guerrilla), probablemente concebido a priori como la coronación de un triunfo del Sí, llega en otro contexto y se convierte en un elemento de presión para que los firmantes admitan el marco político creado por el resultado del plebiscito y no se nieguen a llegar a la paz con un acuerdo reformado.
Macri podría haber jugado un papel fuerte y protagónico en el proceso de búsqueda de la paz sin que fuera menester tomar partido por una visión particular.y exponerse así a una opinión como la del expresidente colombiano Alvaro Uribe: “”Hemos sido fervorosos creyentes del presidente Macri y sus valores democráticos; nos causó dolor verlo apoyando este acuerdo de impunidad total al terrorismo”.
Es una pena que, a partir de un posicionamiento renovador y bien orientado, el Presidente tenga que pagar costos por falta de un calibramiento más delicado de sus intervenciones. Lo que le ocurrió en el terreno doméstico con errores no forzados como los referidos a las tarifas de los servicios públicos (instrumentación chapucera de una política que compartía inclusive la oposición) se repite en áreas cuyos profesionales cuentan con una formación generalmente elogiada.
Que ahora la canciller pueda dedicarse a su cargo a tiempo completo puede ser una clave para evitar tropezones afuera. Otra clave (también de uso doméstico): revisar las ideologías cercanas que afirman no serlo.